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miércoles, enero 21, 2009

RECUERDOS DE BAITA


Supongo que esta foto le gustará mucho a Daniel, son sus preferidas. Le recuerdo que, cuando aún no sabía andar, a Baita le daba mucha pena que intentáramos enseñarle porque él no quería aprender. Por eso ella, en uno de los veranos que pasaba con nosotros en San Fernando, le compró un tacatá para que le resultara más fácil. Fue el el primer instrumento de este tipo que entró en nuestro hogar.

Visitando el colegio de San Fernando, en Madrid, dependiente de la Inclusa. No penséis que me iban a abandonar allí. Pasamos un verano en un pabellón del mismo porque mi padre sustituyó al Director en sus vacaciones. Hacía un calor horroroso y nos picaban los mosquitos con voracidad, pero fue estupendo porque teníamos una habitación grande y vacia donde jugar a nuestras anchas



He recopilado estas fotos de vuestra abuela, Baita, desde que su primera nieta, vuestra hermana Begoña, empezó a llamarla así. Sobre todo lo hago por los que nacísteis, cuando ella se encontraba ya muy delicada y no pudísteis verla en todo su esplendor, ni conocer detalles, como conocéis de vuestro abuelo Goyo que vivió hasta los 86 años. Otro día os contaré más cosas de ella.

Mis abuelos maternos Lorenzo Sánchez y Luisa Moreno, con sus cinco hijas Tiana, Nisia, Luisa, Caty y Pury (Baita)

Tuvieron ocho hijas, pero murieron tres. Cuando nació mi madre, la última, el médico le dijo a mi abuelo: "Lo siento, ha sido otra niña"; él se indigno con el doctor: "Sepa usted que estoy encantado con mis ocho hijas".


Vivían en Torrelavega (Santander) y cuando fueron creciendo todos en el pueblo se paraban a mirarlas por su belleza y buena facha, decían :"Ahí vienen las Sánchez". Incluso guardo una página de un diario relativamente moderno donde, evocando el lugar, se menciona la belleza de las Sánchez. Me contáron que el pintor Julio Romero de Torres quiso pintar a mi tía Caty, pero su padre no lo consintió. Fijaros qué pena, tal vez hubiera sido la mujer con la guitarra que apareció en los antiguos billetes de 100 pesetas.
Mi abuelo tenía unas fábricas de harina de una gran extensión que le fueron expropiadas para construir la industria de las Sniace, fábricas de celulosa, papel...Las niñas, como era costumbre de la época, estudiaron cultura y piano, preparándose para ser unas eficaces amas de casa.







En la playa de Suances (Santander) Baita está detrás de mí con el pato. A mi lado el tío Jose Luis. Al lado de Baita su hermana Tiana, la mayor de las hermanas y madre de Merceditas, con su hija Lolita y su marido que era holandés. Detrás de mi tía, mi hermano Goyo y el niñito sentado, con cara de pocos amigos, el hijo de Lolita.



El marido de mi tía era el dueño del Castillo de Suances, que estaba situado entre las dos playas. La parte de atrás daba a la que llamaban playa de los Locos porque en tiempos solían llevarlos a bañar allí. El oleaje era tremendo y yo nunca me atreví a meterme en ella. En el castillo que estaba ya algo deteriorado, lo pasabamos genial jugando a luchas medievales y correteando por las almenas. Hace algunos años lo vendieron a un americano que lo ha pintado de rosa y montado un hotel. Está horroroso y desentona por completo con el paisaje.


Goyo y Baita con Lucas,el Director del hospital San Juan de Dios, su mujer, Solita y su hija Rosa, en una boda de alguien de la Diputación Provincial de Madrid











En la Rosaleda del Retiro, donde se retrataron cuando iban a un baile en Florida, también en el Retiro. La de la izquierda es mi tía Nisia, a su lado Baita y junto a ella una amiga y al extremo la hija mayor de mi tía, Luisina que murió en una operación al fallarle el corazón. Milagrosamente antes de la operación decidió confesar porque llevaba tiempo sin ir a Misa, ni practicas religiosas.
El traje de mi madre era celeste de organza; de niñas nos gustaba mucho jugar con él, incluso Mary Carmen lo llevó en alguna función del colegio. Estuvo mucho tiempo en casa.






Con uno de los tres mantones de Manila que perdió en la guerra al tener que abandonar su casa de Ferraz para refugiarse en la de mi tía Nisia, madre de Sara. Lo único que se pudo llevar de valor fue su cubertería de plata que había sido de sus padres y cuyos restos he heredado yo. La tuvo mucho tiempo guardada en un maletín de piel de esos que utilizaban los médicos antiguos. No se atrevía a sacarla por si fuera necesario escapar a otro domicilio. Acabada la guerra y viviendo ya en Jorge Juan fue de uso diario.
Seguramente esta foto fue del tiempo en que quisieron nombrarla Mis casino de Bellas Artes, en un baile allí celebrado y mi padre se negó en rotundo a que la eligieran.








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