AMIGOS

sábado, julio 18, 2009

MI TESTIMONIO


Así era vuestro padre cuando le conocí

Ahora que vuestro padre está ingresado y que, como tantas veces en nuestra vida juntos, he sentido el riesgo sobre su cabeza, tengo que decirlo, aunque os suene raro, si me falta no podré vivir sin él. Estos últimos años he visto su mirada distinta, sus palabras diferentes, su amor vivificado y sin embargo sigue siendo él porque continua con su cabezonería, sus manías de siempre, su: "...en esta casa soy el último que se entera de las cosas...", en fin ya lo entendéis.

Lo que hemos pasado juntos ha llegado a formar un todo del que no puedo separar un solo momento y ese todo es el que sigo amando, el que amé de casi niña y el que me llevaré conmigo cuando me vaya.

Me gustaría explicar muchos detalles, pero no puedo porque esta tarde, cuando fui a verle y acaricie su brazo con la mano derecha, mientras él mantenía mi izquierda entre sus manos, sentí una intensa sacudida que me regresaba de inmediato a aquel Paseo de Ronda, hoy desaparecido, donde al despedirnos en cada salida, él dice que yo apretaba fuerte su mano y yo estoy segura que era él quien lo hacia y aceleraba mi corazón con aquel calambre eléctrico que recorría todo mi cuerpo. Y al fundirse este presente con un pasado que nunca olvidé, todo lo demás se desvaneció en una nebulosa que sólo dejaba ver un amor que fue privilegiado en su principio y que Dios ha querido mantenerlo así, contra viento y marea de golpes, errores, heridas y vida intensa, hasta que llegue su final.


Sé que no le va a pasar nada, que un simple cateter no puede acabar con él, saldrá bien, pero hoy le he visto cansado, amainado como nunca, su boca reseca, sus ojos apagados, faltos del brillo que tuvieron cuando emprendía sus gestas militares... o cuando me miraba al regresar de ellas. Esa falta es la que me ha movido a dejar estas palabras en un blog que creé para que vosotros contáseis la visión particular de nuestra vida en familia y que únicamente María ha sido capaz de hacerlo en algunas ocasiones.

No le va a pasar nada, pero yo os dejo el testimonio de que le amo más que cuando el Tango Azul rellenaba algunos minutos de aquel verano de los años cincuenta, con su incomprensible ausencia.